Cambiar o no, gestión de liderazgo personal
Hoy me toca ir a una actividad que quiero hacer cada semana. Es solo una vez por semana, es necesaria para mejorar la salud, rendimiento físico y nuestro buen humor.
¿Pueden creer que ya me aburrí?
Les explico. Cada semana debo ir a esta actividad. No me fastidia ir y hacerlo, mi aburrimiento viene de hacer lo mismo durante una hora.
En pocas sesiones, nos dijeron que íbamos a comenzar a ir más rápido y poner nuestras capacidades al máximo. Al escuchar esto, yo estaba feliz.
La causa de mi aburrimiento había terminado, pasamos a otro nivel.
Es un nivel de exigencia, debemos poner a tono nuestra capacidad de escucha, nuestro trabajo físico y concentración. Yo pletórica de la felicidad por el cambio.
Sin embargo, mis compañeros, empezaron a quejarse. Somos un grupo de 10 personas, de la cuales 7 no querían el cambio, se preguntaron cada vez ¿Por qué tenemos que cambiar si ya aprendimos estas sesiones? Y 2 dejaron de ir a la actividad.
Yo pensaba: ¡se han vuelto locos! Lo ideal son los cambios para desafiarnos a trabajar más, para lograr resultados óptimos. La actividad es individual y no de equipo. Lo que implica que debo respetar las decisiones de los otros, respecto a este cambio. Cada quién trabaja por lo que quiere lograr a nivel de la disciplina.
¿Y entonces qué?
Mi cuestionamiento surge, de ver cómo las personas terminan por tirar la toalla sin apenas comenzar. El conferencista y autor, Frank Nicolas, habla de las personas que se rinden fácilmente.
Él los llama el 97% de la población, y dice que sólo un 3% está dispuesto a luchar para cambiar sus hábitos y su estilo de vida. Para ser más exitosos consigo mismo, porque los desafíos reales están en nuestra mente y en nuestro cuerpo.
Yo estoy de acuerdo con él en un 100%. Me ha tocado ahora en esta actividad, ver cómo la gente rechaza el cambio y no sabe manejar las consecuencias del mismo.
La gestión del cambio se hace pesada cuando tú mismo no quieres participar y pones en tu cabeza miedos, obstáculos y limitaciones. Y los vuelves rápidamente excusas para explicar esas tres condiciones que vienen de ti y no de lo externo.
Cambiar o no
Cuando llega el final del año, como vendrá muy pronto. Vemos a las personas haciendo rituales del espíritu de la Navidad, para pedir deseos. Otros haciendo largas listas de propósitos para el año nuevo. Hay quienes se visten de amarillo para atraer la abundancia y el dinero. Otros, se apuntan al gimnasio. Unos pocos comienzan una dieta.
Sin embargo, a mitad del año nuevo, ves que las personas en un 97% siguen siendo los mismos del período anterior. Sólo un reducido 3%, trabaja por sus metas y logra destacar en aquello que se propuso hacer.
En general, este 3% de la población, no tiene suerte, la crea. No hacen propósitos de año nuevo, realizan una lista de tareas para cumplir objetivos semanales y ver una meta alcanzada a final de año. Si tienen que cambiar y no saben cómo, buscan la forma de hacerlo aprendiendo y aplicando lo aprendido. Cuando las cosas se ponen difíciles, ellos las afrontan y se mantienen firmes.
No se quejan, hacen su trabajo.
No abandonan, continúan hasta obtener resultados óptimos y luego grandiosos.
La forma en cómo adoptas y aceptas el cambio es una actitud personal. No tiene nada que ver con lo externo y debe ser gestionado por ti. Yo deje en un vídeo del canal de YouTube una serie de consejos para planificar los cambios en tu vida personal y profesional.
También explico cómo hacer una gestión del cambio en un equipo de trabajo y el ciclo emocional por el cual pasan los integrantes. Esto lo podemos transpolar a nuestra vida privada para dejar de procrastinar, o como se dice en lenguaje coloquial, dejar la flojera o mal llamada pereza.
La actitud es una cuestión de liderazgo personal. Todo cambio debe gestionarse en base a todo aquello que estás dispuesto a cambiar, para crear y tener una mejor vida.